Dulce danza interna

 


 

 

Esa dulce danza interna, esa danza prohibida que no debería bailar pero no puedo evitar porque me calma el alma en esta ajetreada vida y esta espiral de rutina que me roba el tiempo y en ocasiones también las ganas de vivir.

En esa danza encuentro paz, e incluso felicidad. Una química extraña con la que danzando se olvida todo lo malo de la vida, todo el dolor parece esfumarse como si abrieras las ventanas y entrara aire fresco; un aire que me acaricia el rostro, que serena mi corazón, que me permite pensar menos.

En ocasiones pienso en dejar de bailar esa danza, porque es de esos bailes que a la larga hacen muchas heridas en los pies, pero no puedo, porque desde que llegó a mi vida me hizo sentir algo que mi alma ansiaba y no encontraba en ningún lugar.

Por muchos años me alejé, pero siempre acaba volviendo a mi vida, como una especie de señal que me avisase de que digan lo que digan, es una danza medicinal que calma mi sistema nervioso y me permite relajarme. O será que yo sola nunca he sabido relajarme de verdad y bailando puedo conseguirlo al fin.

Se acumulan las dudas, las palabras y los pensamientos, es momento de una dulce danza interna.

 

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